INDIA

India es un país que no deja indiferente; o se ama o se huye de él a toda prisa. En positivo o en negativo, los foráneos quedamos desbordados por un entorno exótico y exuberante, y a la vez caótico y mísero. Nos sumergimos en un mundo que trasciende nuestro modo de vida cotidiano y nos despoja de referencias que tomábamos como indispensables. Poco a poco va calando en nosotros la huella de algo intangible que nos sobrecoge pero que, si lo consentimos, nos conduce al umbral de un cambio existencial. Viajeros atónitos, con nuestros sentidos desgarrados por la luz, los colores, el calor y el cansancio, los aromas, el picante, el mugre y los insectos, nadamos entre la gente..., muchísima gente.

En este apocalipsis que nos rodea caemos en la cuenta de que, en vivo y en directo, estamos ante una cultura contemporánea de la del Antiguo Egipto, que sus matemáticos incorporaron la noción de cero y las cifras “árabes”, que construyeron observatorios astrológicos, y que muy probablemente sus místicos, cuando nuestros antepasados vivian aún en Altamira, transcribieron sus experiencias a viva voz en los mantras que milenios después quedarían plasmados en los Vedas.

La adusta pero elevada espiritualidad y el exquisito refinamiento de una sociedad cortesana queda patente en el inmenso patrimonio que la India ofrece al mundo. Todas las artes se conjugan en la manifestación de estos dos pilares de su cultura. Un recorrido por algunas de sus ciudades antiguas nos asombra con templos y castillos milenarios, con miríadas de esculturas por doquier y con una música estridente a veces, pero profunda en su esencia y dulce como la sonrisa de sus niños. 

Pocas son las sociedades que puedan equipararse a los valores de respeto y tolerancia que India posee; un mosaico de lenguas, razas y religiones en un colectivo que supera los mil millones de personas en una convivencia pacífica y democrática son un ejemplo para todos. No resulta difícil encontrar en alguna casa, en algún autobús o taxi un pequeño altar donde se veneran a Krishna, a Lakshmi y a Jesús juntos, o ir a un templo hindú y encontrarnos un pequeño grupo de musulmanes indios admirando sus jardines, o pagar con un billete en rupias, impreso en inglés y en hindi, y ver en el dorso su valor escrito en otras quince lenguas oficiales mayoritarias. Es mucho lo que India puede enseñarnos si dejamos que lo haga.  

Si viajáis por el norte de India no dejéis de visitar Rishikesh, Vrindavan, Udaipur, Jodhpur, Jaipur, Pushkar, Khajuraho, Agra, Sarnath, y por supuesto Benarés. Desde ésta última podéis viajar a Kathmandu en Nepal.

 

 


TAMIL NADU 

En la cuña meridional de India, junto al golfo de Bengala se extienden las fértiles llanuras de Tamil Nadu. Su clima tropical, su verdor, sus grandes ríos y la belleza de sus gentes dejan asombrado al viajero. Con una lengua escrita que remonta los dos milenios, su cultura preserva la esencia del hinduismo, pues las invasiones musulmanas y mongolas que asolaron el norte de India no llegaron a esas latitudes.

Sus templos coloridos y repletos de divinidades contrastan con los del norte, exquisitos pero más sobrios. Su literatura, su música y sus danzas siguen floreciendo hoy empujando a una industria cinematográfica que va a la zaga de la de Bollywood, en Bombay. Un clima que permite, a veces, más de una cosecha al año y una creciente implantación industrial convierten a Tamil Nadu en uno de los impulsores económicos de India y es, sin duda, uno de sus estados más progresistas. Sus costas bañadas por el Indico poseen una luz que recuerda el Mediterráneo y sus árboles de fruta dulce son una alternativa compasiva a la comida picante.

Si viajáis por Tamil Nadu visitad los templos en las ciudades de Rameshwaram, Madurai, Tiruchirappalli, Tanjore, Darasuram, Chidambaram, Mahabalipuram y por supuesto no dejéis de visitar Pondicherry y Auroville. 

 

 

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